La primera señal tardó en hacerse sentir. Todos estábamos en alerta.
Durante el primer día del primer tiempo, en los primeros instantes, la confusión se hizo patente.
En el inicio de la rueda del tiempo, antes de cumplir su primer ciclo, la materia desligada de tiempo existía bajo la forma de un tejido ampliamente difundido por el espacio de tres dimensiones. Pero, de una forma coherente, nosotros no podíamos deshabilitar un proceso natural aunque perverso en la inmediatez. Porque las primeras experiencias que permitieron cohesionar tiempo y espacio dieron lugar a perversas manifestaciones, accidentes en los que el tiempo comenzaba a discurrir en múltiples dimensiones de un mismo espacio y a generar paradojas interminables e imprevisibles.
Parecía como si la tendencia de la hibridación entre espacio y tiempo no fuera otra que cubrir cada posibilidad del universo en un punto en concreto. Pero el final siempre era el mismo: un continuo e imparable ciclo de inicio y finalización, y después inicio, y más tarde finalización. Y así sucesivamente, hasta el infinito.
Este accidente, que nosotros pudiéramos haber evitado, fue utilizado por otras fuerzas como moneda de cambio con el fin de establecer un orden nuevo.
Por eso, aunque Alcione siempre nos predijo lo que podía acontecer, el resto de sistemas hizo caso omiso, para después reaccionar tardíamente.
Por eso, en nuestra llegada a la Tierra, al inicio del ciclo, pero a mitad del ciclo de la gran rueda de nuestro tiempo, intentamos inculcar a los pueblos la importancia de comprender la naturaleza del tiempo, en la esperanza de que algún día fuera alcanzado un nivel similar al nuestro.
En esencia la gran rueda del tiempo lejos de ser una metáfora no es otra cosa que una realidad. La ruptura de los siete sellos y la apertura de un ciclo de tiempo progresivo y lineal nos dejó a todos atónitos, porque podíamos entender que un acontecimiento como ese pondría en peligro la estabilidad de esta parte de nuestro sistema. Crearía seres temporales, aceleradamente temporales, sin capacidad tecnológica para modificar el proceso.
Nosotros creamos el vórtice que se encuentra escondido en el corazón de Alcione, el primer sello del primer tiempo original. Nosotros atendimos a destiempo la llamada. Nosotros nos equivocamos.
Durante el primer día del primer tiempo, en los primeros instantes, la confusión se hizo patente.
En el inicio de la rueda del tiempo, antes de cumplir su primer ciclo, la materia desligada de tiempo existía bajo la forma de un tejido ampliamente difundido por el espacio de tres dimensiones. Pero, de una forma coherente, nosotros no podíamos deshabilitar un proceso natural aunque perverso en la inmediatez. Porque las primeras experiencias que permitieron cohesionar tiempo y espacio dieron lugar a perversas manifestaciones, accidentes en los que el tiempo comenzaba a discurrir en múltiples dimensiones de un mismo espacio y a generar paradojas interminables e imprevisibles.
Parecía como si la tendencia de la hibridación entre espacio y tiempo no fuera otra que cubrir cada posibilidad del universo en un punto en concreto. Pero el final siempre era el mismo: un continuo e imparable ciclo de inicio y finalización, y después inicio, y más tarde finalización. Y así sucesivamente, hasta el infinito.
Este accidente, que nosotros pudiéramos haber evitado, fue utilizado por otras fuerzas como moneda de cambio con el fin de establecer un orden nuevo.
Por eso, aunque Alcione siempre nos predijo lo que podía acontecer, el resto de sistemas hizo caso omiso, para después reaccionar tardíamente.
Por eso, en nuestra llegada a la Tierra, al inicio del ciclo, pero a mitad del ciclo de la gran rueda de nuestro tiempo, intentamos inculcar a los pueblos la importancia de comprender la naturaleza del tiempo, en la esperanza de que algún día fuera alcanzado un nivel similar al nuestro.
En esencia la gran rueda del tiempo lejos de ser una metáfora no es otra cosa que una realidad. La ruptura de los siete sellos y la apertura de un ciclo de tiempo progresivo y lineal nos dejó a todos atónitos, porque podíamos entender que un acontecimiento como ese pondría en peligro la estabilidad de esta parte de nuestro sistema. Crearía seres temporales, aceleradamente temporales, sin capacidad tecnológica para modificar el proceso.
Nosotros creamos el vórtice que se encuentra escondido en el corazón de Alcione, el primer sello del primer tiempo original. Nosotros atendimos a destiempo la llamada. Nosotros nos equivocamos.
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