El gran ojo de luz se asoma por encima de mi cabeza. Me observa desde lo alto, desde el otro lado del remolino.
Su dueño es el señor de mi destino. Él rige mis pasos, traza mis caminos, y se comporta como el gran avatar de mi papel en el plan divino.
Con respecto al gran ojo de luz yo soy un pájaro que aletea ingrávido, buscando una tierra fértil y un árbol donde descansar entre vuelos. Aleteo sobre la gran urbe de la vida. Y busco cumplir sueños y terminar viajes, algunos de ellos aún no iniciados.
El dueño del gran ojo de luz es un señor de la gran luminaria. Sin ser yo mismo es yo mismo. Sin yo ser él lo soy en un nivel de mi mismo. En la conciencia, se sitúa en el escalón siguiente, me abarca y me contiene.
Cuando pienso en un estadio superior de mi conciencia, y en la transpersonalidad que genera, sin saberlo es en él en quien pienso.
Cuando pienso en mi propio despertar es en él en quien pienso.
Y cuando me convierta en él, disipando la sombra que supone Miguel Ángel, un ser aún superior a él lo contemplará desde lo alto de sí mismo esperando un despertar mayor y una mayor transformación de la conciencia.
Mi búsqueda es su búsqueda, porque lo que él espera de mí es que acabe siendo él para que pueda transformarse y seguir su camino, y regenerar su conciencia con las partículas de luz que yo mismo absorbo y contengo, y transformo en información y conciencia.
Él espera que tome conciencia de mí mismo, y descubra que soy él en una fase de sí menos autoconsciente. Y así, cuando lo descubra y lo absorba, y con él me funda, siendo ambos uno en la conciencia, y habiendo quedado atrás Miguel Ángel, adquirir el completo soporte de luz que necesita para instaurarse en un nivel superior. Y seguir creciendo, y caminando en dirección a la Gran Luz Generadora.
Comentarios
Publicar un comentario