La noche es mágica. No hay amante de la verdad, ni buscador entre las sombras, ni inquieto espíritu viajero, que no saboree las largas horas de insomnio, las horas del silencio donde todo ruido perece. Acaso porque somos estrellas y solo brillamos en la oscuridad del cielo, quizá por eso, la noche, y solo la noche, es la dulce consejera de los poetas, de los que ven la vida y sus signos, sus aconteceres, como un lenguaje escrito que puede ser re-escrito, reinterpretado, revivido.
En la noche, en la quietud de la mente despejada (la que no percibe estímulos molestos que distraen la atención) me siento más creativo. Pero hay más: en la noche, pero ya en la madrugada, las mentes ya adormecidas, durmientes, dejan de emitir frecuencias molestas y analíticas, ruidos insonoros que interfieren las conciencias.
Cuando la mente de andar por casa se acalla la comunicación es más fácil, la percepción es más asequible, y las palabras fluyen a través de tus dedos a poco que pares la mente y concentres la atención.
En el principio, cuando era solo, y si acaso, una ligera mota de luz suspendida en la noche cósmica un solo propósito me movía: buscar otros puntos de luz, conciencias primigenias encendidas en tan vasta penumbra.
La noche cósmica. En aquel no entonces todo estaba quieto y en silencio. La comunicación era, a pesar de todo, inexistente. No había experiencia de nada, ni siquiera de vacío, ni tan siquiera de totalidad. La única experiencia no era otra que La Presencia, la sensación plena de ella. Todo-Nada no tenía sentido porque aún no había sentido, tan solo la necesidad de la búsqueda de otras partículas de Luz como un sentimiento necesario, y el recuerdo de la gran esfera de luz, el Gran Sol Central que nos había generado.
Por tres veces, en tres ciclos diferentes, creaciones distintas, oleadas de vida y conciencia distintas.
¡Qué lejos queda todo aquello, y que vivo está en el punto de luz que brilla en mi conciencia!. A la búsqueda, siempre a la búsqueda, en la noche, en cada noche de los días sin luz que nos tocaron vivir, siempre estamos en la búsqueda. Y en cada cosa que hacemos, hagamos lo que hagamos, y aún sin saberlo, no hacemos mas que buscar, y buscarnos.
Vivimos en el atanor donde se forjan los espíritus, donde se da Luz a las conciencias, donde se templan los cuerpos relucientes y cristalinos que servirán de cobijo a los Señores de la Luz en su retorno.
El tiempo de la sombra ha pasado. El tiempo de la Luz regresa.
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