"Mientras que tú llevas tu mensaje yo vigilaré el horizonte, no sea que te aceche el halcón peregrino, y acabe con tus días y tus noches."
La paloma, asintiendo, la miró amablemente y contestó:
"Mientras tú vigilas el horizonte yo llevaré el mensaje, no sea que el halcón peregrino me de caza y acaben mis días y mis noches."
El halcón peregrino, que escuchaba furtivamente la conversación, se dirigió al águila diciendo:
"Anda tú y vigila el horizonte mientras yo devoro a la paloma, no sea que aparezca el alcotán y acabe con mis sueños, y no acabe yo con el grito de mis tripas.
Si tú cuidas mi espacio yo cuidaré el tuyo, y compartiremos amistosamente todo lo que en el aire se mueva."
Pronto la paloma se percató de lo que ambos se traían entre manos y que, a fin de cuentas, el águila tan sólo la reservaba para otra ocasión. Y, ya que las dos rapaces decidían sobre su destino, les dijo intentando salir airosa de la situación:
"Anda tú y vigila el horizonte no sea que el halcón peregrino lo invada y de cuenta de toda caza que pueda ser tuya, y tengas a un ave ligera y rápida compitiendo en tu cielo por el sustento.
Y vigila tú también el tuyo no sea que el águila te encuentre entretenida siguiendo palomas que podrían ser suyas, y acabe con tus días y tus noches, o que el alcotán sepa de tu trato y se sienta molesto porque quieres romper el equilibrio.
Y así, mientras os entretenéis en vigilaros la una a la otra, yo tendré tiempo de entregar mi mensaje, y podré volar sin temor a ser cazada por ninguna de vosotras."
En realidad tanto el águila como el halcón tan solo estaban preocupados por un asunto de comida, pero para la paloma se trataba de perder la virtud de vivir siguiendo el vuelo de lo imprevisible (que es lo que convierte a cada vida en una manifestación única e irrepetible) o, en cualquier caso, colaborar en ser almuerzo de una o de otra.
De manera repentina el aire se agitó bruscamente, como si las alas de la mayor de las oscuridades hubieran hecho acto de presencia, y la sombra del buitre leonado se cernió sobre ellos diciendo:
"Hablad y discutid cuanto queráis porque nada hará que no se cumpla el destino marcado, pues todo ser que camina o vuela sobre este mundo ha nacido y, algún día, verá el final de su tiempo. Para ese instante yo quebrantaré sus huesos y comeré la carne que de él quede, sellando el final de su vida. Y ya que entre su nacimiento y su muerte tan solo se estira el tiempo, vivid y dejad que el río discurra libre entre las piedras en su camino al mar. Porque os puedo asegurar que nada acorta más la vida que querer contenerla en la mano, y hacerla predecible y ordenada, y pretender controlar tu destino o el destino de los demás."
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