De “lo que somos realmente” a “lo que creemos ser” existe un abismo. Cuando digo “soy Miguel Ángel”, lo que hago es poner límite a mi auténtica realidad. Pero si digo “soy”, hay tanta fuerza y tanto sentido en esa palabra, en esa divina afirmación, que automáticamente mi nivel de conciencia, aunque sea de manera ínfima, varía. Pero de “lo que somos” a “lo que creemos ser”, el abismo al que me refiero no es otro que la memoria. Tenemos un problema de memoria trascendente.
El velo del olvido nos cubrió en este ciclo de vida y dejamos atrás todo nuestro bagaje y experiencia, los múltiples nombres que hemos tenido, las vidas que hemos vivido pero sobre todo, y a ello me refiero especialmente en este trabajo, “lo que en verdad somos” con toda la conciencia y todo el conocimiento. Y básicamente somos esto: conciencia y conocimiento. Pero lo hemos olvidado.
Me considero un guerrero que sobre todo ha luchado consigo mismo porque, incluso enfrentándome a las sombras de los demás, me he visto obligado a luchar contra mis propias sombras para no sucumbir a mis oscuridades y perderme en la noche sin tiempo, en mi propia noche. Mi barba se ha vuelto prácticamente blanca en los últimos años y a un ritmo acelerado, pienso yo que señala más que mi tránsito por el tiempo las heridas de guerra que la vida me ha infligido. Una vida que sigo viendo hermosa y llena de oportunidades para aprender, crecer y desarrollarme como un ser íntegro. Un objetivo olvidado este y que tenemos que recuperar porque es la forma, además, de recobrar la memoria.
La lejanía que sentimos de la Luz no es otra cosa que ausencia de recuerdo, un problema de memoria causado por la especial naturaleza de la materia y lo que ella implica, derivado de lo que supone asumir sus condicionamientos para que esta se exprese a un nivel de la realidad y de nosotros mismos. Quizá este obligado y prolongado olvido no estaba previsto, pero las cosas son como son y, si bien quizá así sean más difíciles, no es ahora momento de lamentarse sino de trabajar. Y así declaro que somos seres autoconscientes y de Luz, que tienen que recobrar la memoria primigenia.
Todo conocimiento, toda pregunta y toda respuesta, toda Luz está en ti, forman parte de ti. Solo tienes que recordar lo que eres, lo que tienes, lo que puedes, de dónde vienes, qué haces aquí, y hacia dónde te diriges. Por eso toda búsqueda en el externo ha de llevarte finalmente a una búsqueda en el interno que es, ni más ni menos, donde todo se encuentra y donde todo tu todo se encuentra con el Todo.
No pierdas el tiempo buscando fuera lo que está dentro de ti. Puedes aprender técnicas, procedimientos más o menos protocolizados que están ideados para controlar la mente o el cuerpo, y adiestrarte a obtener estados de la conciencia, pero no olvides que solo son una herramienta. No pueden constituir un fin en sí mismos. Solo son un instrumento para aproximarte de manera ordenada, y quizá más certera, a ti. No pierdas la perspectiva. No confundas el fondo con la forma. La técnica está fuera. Pero el objetivo de la técnica siempre ha de estar dentro. De nada sirve, por demás, controlar la mente o el cuerpo si no piensas sanamente, si no sientes sanamente.
Vivir aquí, en este mundo donde lo sutil se hace denso, conlleva el olvido. Quizá el contenedor de la forma energética que nos conecta con “lo que en verdad somos” es un receptáculo que no permite una sincronización adecuada entre ambos, y no podemos así gozar de todas las posibilidades de ese vehículo energético, descartando entre otras opciones la memoria trascendente. Del mismo modo, cuando el receptáculo reúne otras cualidades de lo físico este se adapta a dichas opciones, y entonces el anclaje físico muestra particularidades para nosotros sorprendentes. A estos seres yo los llamo “radiantes”, tienen la particularidad de vulnerar el transcurso del tiempo, de adecuarse a una forma física de manera aleatoria, y conviven insertos en la sociedad. Forman parte de una estructura de conciencia dirigida a sostener el equilibrio, a servir de freno y control a elementos que interfieren en el mundo para desestabilizarlo. No nacen entre nosotros, pero conviven selectivamente entre nosotros. Y, por otra parte, y para nosotros, cuando la ampliación y el afianzamiento de la conciencia se acrecientan (alcanzado un nivel pocas veces expresado en los humanos), el contenedor físico (el cuerpo) modifica sus cualidades, adquiriendo otras que podríamos calificar como extraordinarias, capaces por demás de interferir con el entorno en la misma manera. Lo que ocurre en este caso es que, al nivel más íntimo de la estructura de la materia, esta se ha doblegado, modificando sus cualidades para asumir la corporeidad energética de una conciencia superior que necesita un ámbito también superior para imbricarse y manifestarse.
Debes tomar conciencia de esto: tienes que recordar, porque has sido vestido con un traje de materia que te ha hecho olvidar. Eres un amnésico existencial. Tienes que buscar en ti mismo el rincón donde se guardan los más primigenios y grandes secretos de tu viaje cósmico, y el misterio de tu verdadera y trascendente identidad. Tienes una naturaleza y una identidad trascendentes que superan ampliamente lo que ahora eres, y la conciencia que tienes de ti, y tus posibilidades como ser consciente de sí. Ahora eres un sonámbulo amnésico. Caminamos por este mundo adormecidos, con los ojos del espíritu cerrados, y creyendo que estamos despiertos y conscientes, con absoluto control de lo que nos sucede. Pero la realidad es otra. ¿O acaso no lo recuerdas?.
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