En el tiempo no significamos nada.
Otros antes que nosotros, y otros anteriores a los primeros, ya caminaron por estas tierras, ya construyeron un mundo, ya dejaron su sello, su impronta, su personalidad, su civilización..., y desaparecieron. Otros, y otros, y muchos otros antes que nosotros ya crearon el mundo, su mundo. A pesar de ello, el hombre moderno se mueve arrogante sobre la faz de la gran madre planetaria que le da la vida. Y con el paso decidido hacia el futuro encamina sus pasos hacia su propio fin, para ser nuevamente olvidados y borrados de la historia por el paso del tiempo y por nuestra propia estupidez.
Lo cierto es que no somos tan grandes, ni tan civilizados, ni tan modernos, y mucho menos tan sabios.
Aquellos otros, antes que nosotros, y otros antes de esos otros primeros, ya fueron sabios, civilizados, y modernos.
Que lejos nos queda la historia. Que lejos nos queda el pasado. Que lejos nos queda todo aquello que nos puede hacer sentir pequeños, solitarios, embebidos por nuestra soberbia. Que lejos nos queda todo aquello que nos pueda provocar un ataque de humildad.
¡Ay hermanos del mundo!. ¡Ay hermanos del tiempo!. Qué será de nosotros si pronto no rectificamos nuestros pasos, ni el sentido que les damos. Si pronto no recobramos la memoria de nuestro pasado, y evitamos cometer los mismos errores, y evitamos olvidar el verdadero sentido de lo que es sabiduría y ciencia.
Otros antes que nosotros, y otros antes de esos otros, ya levantaron el mundo, y lo incendiaron, y lo volvieron a levantar... Y al cabo de tanto tiempo, y de tanta historia, aún no hemos aprendido nada. Sin embargo, no hacemos mas que construir y reconstruir el mundo sobre cenizas, llegando a creer que la civilización, la cultura, la modernidad, la democracia, se imponen, si hace falta, a sangre y fuego.
Llegará un momento en el que el mundo estará en manos de gentes de conocimiento, de hermanos de la Luz cuyo único propósito no será otro que generar un mundo de conocimiento y libertad, de equilibrio y bienestar, en el que media humanidad no muera de hambre para que la otra mitad viva en la opulencia.
Hoy por hoy, y mal que nos pese, la conciencia de los dirigentes políticos todavía apunta en una dirección bien distinta, básicamente porque estos no han generado en sí mismos un verdadero estado de conciencia. Si así fuera, el bienestar y los gobiernos no estarían en manos de los intereses privados de las grandes empresas, no se fabricarían guerras para vender armas, no se fabricarían enfermedades para sostener a la industria farmacéutica, la industria del petróleo no mantendría el monopolio de la energía y ya se habrían desarrollado suficientemente energías limpias y alternativas, y la televisión sería una ventana al mundo de la cultura y de las humanidades para formar y sembrar conciencias, no para adormecerlas.
Otros antes que nosotros caminaron los mismos caminos, edificaron los mismos principios, miraron el mismo cielo... Lo cierto es que el hombre moderno y civilizado no ha inventado nada nuevo, al menos nada que sea verdaderamente crucial para sí mismo y lo emplace en un nivel diferente de sí, pues si antes éramos niños jugando con instrumentos de sílex ahora somos niños que juegan con neutrones.
Necesitamos gobiernos y líderes que caminen en la misma dirección: la de la unidad y la verdad, enarbolando la bandera de la paz.
Cuando todos los que andamos nuestros caminos con el brillo del arco iris en los ojos sepamos reconocer que andamos el mismo camino, y que juntos podemos provocar un cambio auténtico, daremos inicio al principio del nuevo tiempo. ¿Pero cuánto habrá que esperar hasta entonces?.
Lo cierto es, amigo mío, mi hermano, mi amiga, mi hermana, que se impone un cambio, un cambio de forma de vida, de modelo de sociedad, un cambio profundo en la estructura de las organizaciones y administraciones políticas y sociales, pues en la realidad se limitan a administrar los tiempos de crisis y de bonanza garantizando siempre la supremacía de unos sobre otros, y así globalizar un reparto desigual de la riqueza, que viene a significar lo que ya venía siendo hasta ahora: que el menos rico no es que sea menos rico, sino que es directamente pobre. Mis hermanas y hermanos, se impone la revolución de la conciencia para convertirnos en seres auténticamente humanos y erradicar el hambre, la injusticia y la desigualdad.
Tenemos que dar un paso al frente, generar y provocar el cambio, pero no para poner al frente del mundo a los iluminados de turno que levantarían la mano rápidamente si alguien preguntara “¿Hay algún Maestro entre el público?”. No caigamos en ese error.
Cambia tú para que cambie el resto, pero no nos perdamos en el camino y sustituyamos a unos locos sin conciencia por unos locos con carné de salvadores.
Suscribo toda tu exposición. Gran verdad de poeta y filósofo, así de claro!
ResponderEliminarUn abrazo.
Maravillloso ,gracias amigo ..un gustazo tenerte siempre ..!!
ResponderEliminarRELACIONADO CON TODO LO QUE ACABAS DE EXPONER ..QUE POR SUPUESTO COMPARTO TE MANDO UN ENLACE DE UNA PAGINA ESPERO TE GUSTE TANTO COMO A MI http://humanismoyconectividad.wordpress.com/2008/08/18/manifiesto/ ..!! NAMASTE ..!!
Todo un placer leer tu crónica , una buena reflexión del paso del tiempo, del momento actual y del que puede llegar. Demos ese paso al frente para provocar el cambio, como bien dices, pero empezando por uno mismo. Enhorabuena por este artículo Miguel Ángel.
ResponderEliminarUn abrazo Begoña(Luhema)
Cuanto de cierto hay en lo que escribiste, el hombre moderno se cree, "amo y señor del mundo" sin pararse a pensar que antes de él, vivieron otros hombres con otras culturas y conocimiento y que gracias a tales cosas estamos donde estamos, con los adelantos técnicos y los que están por llegar, desgraciadamente hoy priva más lo material y el egoismo, digamos "ser y tener más que tu". Un abrazo Juan Manuel. Salud
ResponderEliminarCrudelísima reflexión dedicada a nosotros, que nos estamos criando tan modernos. Gracias Miguel Angel.
ResponderEliminarNada nuevo bajo el sol. Somos ese eterno círculo que acaba siempre en el mismo sitio. Parece imposible romper un solo, un solo y minúsculo punto que marcaría la diferencia, la apertura, la entrada de aquello que parece estar fuera y nos contiene. Pudiera ser que caminando al núcleo del círculo encontráramos la grandeza de la salida, pero tenemos tantas ganas de salir corriendo hacia algún sitio…que ni siquiera podemos arrodillarnos en el centro de ese núcleo para romper ese punto central que nos sumergiría en el continente.
Solo un punto hacia el arco-iris marcaría la diferencia.
M.