Un álamo se viste con lágrimas doradas antes de adormecer su canto con la llegada del invierno. El hermano viento retirará su voz de entre sus ramas, y dejará tan sólo un susurro incierto. Ahora su dorada faz nos habla del transcurso del tiempo, y del río de la vida que da alimento a sus raíces.
Piedras, tierra, aire, agua, cielo..., y la mirada humana, que se acerca sigilosa aprendiendo el lenguaje de los pájaros para sentirse una con cada uno de todos. Somos lo mismo, pero nos contemplamos desde otro.
Precioso Miguel Ángel evocas con ensueño una etapa, un ciclo, unos sentimientos que otoñales se mecen entre las hojas, las piedras,la tierra, el agua , el cielo... en fin me gustó mucho leer este artículo.
ResponderEliminarGracias.
...nos contemplamos desde el otro...
ResponderEliminar... y cuando la contemplación pasa a ser la penetración.. con la mirada...llega la primavera??