Es Él. A pesar de todo, es Él. Está inserto, imbricado, en un complejo y despiadado mundo, en una estructura social completamente artificial y a veces deshumanizada, en una paradoja permanente de sentidos y contrasentidos, en un cuerpo social y humano… Pero, a pesar de todo esto, Es.
Su presencia es constante, aunque no seamos conscientes de ello.
El espíritu de la Luz, el sol de la Divinidad que habita en el mundo y en el hombre, no está preso del mundo y del hombre, no pugna por sobresalir y vencer a las tinieblas. Solo está olvidado, y sus tinieblas son nuestro olvido.
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