Fue la sombra. Ingresar en la sombra fue todo un acontecimiento no precisamente celebrado, pues en cada ciclo de cada tiempo la sombra supuso el retraso de la onda, de la onda de luz y del rayo protector de la misma luz. Fue como una ola, como un viento llegado del Este, del sol naciente. La sombra fue interpretada como un rayo de esperanza por aquellos que quisieron hacer del mal su bien, y de nuestro pesar su provecho.
Todo error merece la oportunidad de ser reparado. Por eso nuestro descontento fue en aumento porque, lejos de reparar lo hecho, la pasiva iniciativa de algunos permitió el afianzamiento de un largo ciclo de tiempo en oscuridad.
Ellos, los habitantes de la sombra, los nuevos controladores del tiempo, hicieron de esa sombra la nuestra, y de su luz nuestra oscuridad. ¿Cómo un pueblo avanzado podía pretender controlar y movilizar el tiempo de manera sectaria y egoísta?. ¿Por qué querían cambiar el transcurso de la historia, incluido el momento cero de la creación?.
Sin duda el poder, el ansia de poder, un insano interés por controlar lo que nadie osó controlar hasta ese momento.
Ellos llegaron en sus barcos de tiempo, y alzaron rápidamente el vuelo poniendo en marcha mecanismos de protones y neutrones, artefactos destinados a contener y generar choques en la ingravidez, instantes fugaces en los que la energía liberada fuera absorbida por las frecuencias de tiempos.
En su inicio debió parecerles un gozo. Pero después debieron comprobar que, incluso para ellos, nada era lo que parecía.
En un primer intento Alcione, al alzar su voz, sirvió de reclamo para el resto de los aliados, pues en la gran congregación de pueblos y mundos siempre ha sido una voz respetada. Pero de no ser por Pléyades nada de esto habría sucedido, pues la confianza en exceso siempre ha sido enemiga de los valientes. Y ahora, y desde entonces, por decirlo de algún modo, nuestra guerra es vuestra guerra.
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