Océano de inquietudes es el mar de la vida, del continuo suceder de los días y las noches. Y en ese continuo ir y venir desde el amanecer al ocaso, yo he olvidado.
En un tiempo del no tiempo este no fue mi nombre, ni esta mi historia, ni el afán que animaba cada soplo de cada segundo de mi existencia era el que me impulsa hoy por hoy a afrontar cada día.
En aquél punto de mi ser mi ser era casi un punto y mi conciencia, sin ser plena, era pura expresión de autoconciencia próxima al Padre, al gran sol que anima mi espíritu.
Pero en este ciclo humano de vida, en este nivel de la conciencia las cosas son como son, y el olvido hace mella desde que ingresamos en la espiral de la galaxia. Porque ser humano y ser a la vez autoconsciente es un trabajo que se mide por eones de tiempo, ya que de lo que se trata es de aclimatar la materia a la conciencia, y someter la energía a la conciencia, y divinizar la materia convirtiéndola en luz. Y así, mediante este proceso, transmutar a una forma de vida humanoide, pero perfecta en su expresión celular y orgánica; dando lugar a un contenedor de conciencia bipolar y autoconsciente bajo la forma de un cuerpo humano y físico, pero constituido de luz cristalizada: este es el perfecto crisol donde la conciencia y el ser se unifican en lo humano.
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