Cierto día, desde la más alta rama, desde donde casi puede tocarse a las nubes, se dijo a sí misma la hoja del chopo:
“¿Qué sería de mí si no pensara como yo misma, sino como la conciencia de todas y cada una de las hojas?. ¿Qué sería de mí si, siendo hoja, tuviera conciencia de árbol?.”
Estos pensamientos cambiaron su vida, su visión de las cosas y de sí misma. Por fin cambió la perspectiva desde la que miraba al mundo. Desde las ramas más alejadas a las más próximas, y al propio tronco de la vida, su forma de ver y de verse adquirió una nueva dimensión y propósito, un nuevo enfoque, una forma más amplia y mejorada de afrontar la realidad de lo que era.
Comprendió que todo sentimiento lejano a la idea de unidad era fruto de la ignorancia y el desamor. Y vivió de una forma intensa, desde las raíces hasta las ramas, que todos somos uno; que no somos mas que un mismo ser, perdido de sí, que se busca en múltiples y desde múltiples direcciones.
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