Dormidos caminamos despiertos, haciendo caminos conocidos y olvidados.
Recreamos nuestra mirada de ojos cerrados en paisajes solemnemente propios pero, por olvidados, vividos como ajenos.
Despertamos dormidos, y dormidos caminamos.
Vemos luces, atardeceres, bostezos de días, y mañanas de colores vívidos, mares que acarician arenas cristalinas... Y todo ello creyendo ser lo que no somos.
Caminamos durmiendo despertares. Despertamos soñando dormidos.
Soñadores de caminos y luces, aprendices de luces caminantes... Eso es lo que somos.
Abriendo los ojos del corazón sólo vemos corazones, y sentido, y sentimientos, alegrías trascendentes, dormitares de mentes despiertas, hermanos en el camino..., y rostros ancestrales que arropan voces silenciosas narrando historias de seres estelares, vestidos de carne y hueso, que buscan recuperar la memoria. Seres, confinados en lo humano, que aletean a ras de la vida porque volar sobre ella es recordar, y recordar es ver, y ver es estar despierto. Y despertar es su objetivo.
Abro mi mano y la miro, y una flor brota y se abre ante mis ojos.
Miro hacia dentro, entorno los ojos, y abro el ojo que luce en mi frente. Y veo luz, destellos de la realidad, lenguajes hechos símbolos, estructuras no lineales que tejen la vida ignorando el antes y el después.
Ando mis pasos, busco acompasar el latido del camino que contiene todos los caminos con el latido de mi corazón. Y me encuentro con los demás. Hermanos hechos de trazos de luz que buscan recordar encendiendo despertares, juntando momentos lúcidos, y mirando la vida desde el interior de dentro al interior de fuera.
Viejos espíritus, caminantes de mil caminos, de mil historias, de mil tiempos, cruzan sus pasos con el de espíritus jóvenes que tardan en comprender, porque aún no han cristalizado sus búsquedas en una sola, porque su viaje cósmico casi acaba de empezar.
Abro el ojo interior al pasear mis recuerdos por las calles de mi ciudad, una tarde tras otra. Y, a veces, contemplo a los hermanos andantes como energías que se cruzan conmigo, vestidas de rostros. Y, entonces, el velo parece disiparse y dejarme ver que, lo que veo, no es mas que el velo. Y esto me invita a estar más despierto.
Despertar implica lucidez. Si tienes luz, ves. Busca la luz, está por doquier.
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