Acababa de atravesar el umbral de los 40 años... Vivir todos vivimos, pero lo que se dice VIVIR, es decir, hacerlo con un acto de conciencia cotidiana que te conduce en la búsqueda de ser mejor y estar más DESPIERTO (así con mayúsculas)... De esta forma no todos vivimos.
En mis búsquedas, en mis pertinaces excursiones existenciales, los llamados fenómenos paranormales tuvieron un papel importante, muy importante. Para mí se comportaron como la punta del iceberg. Ya sabéis, debajo de la superficie del agua, donde no se ve, pero a donde puedes llegar, está la gran masa de hielo, el verdadero cuerpo de agua congelada y la mayor parte de su identidad. Lo mismo ocurre con los árboles, pues de ellos se dice que la extensión de sus raíces siempre es, cuando menos, igual a la de su copa. Igual que el humo conduce al fuego, los fenómenos paranormales me condujeron a una visión de la realidad que los genera, y que nos trasciende, y a la que pertenecemos. Estos no son mas que la prueba física o suprafísica de la “realidad iceberg” que contemplamos.
Así que, durante bastante más de media vida, les he dedicado todo el tiempo posible: a observarlos, a buscarlos, a estudiarlos, a entenderlos... y, además, a difundir su existencia y las posibilidades que ante nosotros presentaban. He sido pues un divulgador convencido y creo que atrevido, pero que siempre ha defendido y pretendido transmitir una libertad de pensamiento, un respeto al de criterio diferente, motivando el sano ejercicio de pensar por uno mismo..., aunque eso te lleve a pensar diferente de mí (lo que es muy sano por otra parte). En lo periodístico, en lo divulgativo, mi providencial atrevimiento me permitió publicar mi primer artículo en la prensa malagueña, siendo aún un adolescente, allá por la década de los 70, la sagrada década de los 70 me atrevería a decir.
Y en todo este tiempo me prodigué en conferencias y debates, publicaciones, entrevistas, medios de comunicación... He visto también de cerca lo que significa para muchos estar en “este mundillo”, a veces tan vinculado a los medios de comunicación social, y que se traduce finalmente en mucho estrellato pero poco contenido. Y he tenido también la suerte de conocer a muy buena gente que está “en esto” de manera más sincera y auténtica, desprovista de un afán de protagonismo que le haga perder la perspectiva, gente muy vinculada a los medios de comunicación y gente que huye de los medios de comunicación. Ya sabéis aquello, que no recuerdo quién lo dijo, y que dice algo así como: “Hace más ruido el árbol cuando cae que el bosque cuando crece”. Bueno, me gusta pensar que formo parte del bosque y del silencio atronador que lo genera. Ojalá que esto sea así, y que no incurra en los mismos errores que delato.
No hace falta decir, o quizá sí, que entre fenómeno y fenómeno, he viajado mucho con mi pareja, escarbando en los misterios de las antiguas civilizaciones. Y en esto, hemos hecho y “descubierto” cosas muy interesantes. Digamos que hemos sido, y todavía lo somos, unos buscadores hiperactivos.
¿Y por qué os cuento todo esto?. Lo que yo quería deciros es que el trabajo que a continuación os presento lo escribí allá por el año 2001, ya sabéis el de la odisea del espacio... Y es el reflejo de la idea que yo trataba de transmitir al público al que en aquellos años accedía: la de la existencia de fenómenos inexplicables e inexplicados con los que convivimos, y a los que debemos prestarle atención. Y lo que estos fenómenos nos pueden sugerir.
Ciertamente, no recuerdo si este ensayo vio la luz en algún nivel, aunque fuera el nivel de los amigos. Refleja mi visión del momento, y una visión de los fenómenos paranormales dirigida a estimular el interés del profano e incentivar, aún más, el interés del que ya era un firme convencido de la existencia de esos fenómenos. Y en mis respuestas a sus preguntas, siempre intentaba transmitir la certeza de la existencia de un mundo fenomenológicamente extraño que atesora una realidad que nos da a los seres humanos una dimensión diferente, más amplia, mejorada, de nosotros mismos.
Tengo que reconocer que, después de tanto tiempo, y al filo de cumplir los 51 años, mi interés divulgativo se ha transformado, pues estamos en los tiempos en los que debemos hablar de la realidad multiforme en la que vivimos, del mundo en el que vivimos y de lo que queremos de él, y del cambio de conciencia que necesariamente deberá producirse en el ser humano. Es cierto que no debemos olvidar la existencia de esos fenómenos, y creo que debemos referirnos a ellos cuando sea necesario pues, como he dicho, son la punta del iceberg..., y debemos mirar debajo del agua.
Del baúl del olvido he rescatado este trabajo que, bajo el título de “Del brillo de las estrellas a los fenómenos paranormales”, no deja de ser una más de las muchas reflexiones que la vida y sus sueños, y el sueño de la vida, me obliga a hacerme cotidianamente. Espero que te guste, porque para ti, y no para mí, fue escrito hace ya casi 11 años.
DEL BRILLO DE LAS ESTRELLAS A LOS FENÓMENOS PARANORMALES
A la hora de asomarnos al fantástico mundo de lo paranormal nos planteamos un millar de preguntas. ¿Cómo acercarnos a fenómenos que a veces parecen distanciarse de nosotros a medida que nos aproximamos a ellos?. ¿Cómo comprender un fenómeno culturalmente inadmisible o perteneciente a un contexto educacional distinto o supuestamente inexistente?. ¿Cómo adaptar la razón al uso de la aparente sinrazón generada por el paradigma de una lógica presuntamente absurda que nos grita, casi desde la noche de los tiempos, que existe una frontera, una delgada línea, donde la diferencia entre lo posible y lo imposible, se confunden de magistral manera?. ¿Por qué sacrificar nuestra capacidad de asombro y de aprendizaje en aras de una presuntamente incuestionable cordura?. ¿Ante lo paranormal la razón siempre ha de decir no es posible, o es poco probable, o es indemostrable, o no es científico?. Cuando la razón toma presuntamente posesión de la verdad se convierte en la sinrazón del miedo a descubrir la verdad. ¿Es tan difícil tomar el camino de en medio, aquél que no cierra puerta alguna, que se esfuerza en alimentar nuevos paradigmas destinados a hacer al hombre más libre, haciéndole sospechar sus potencialidades más ocultas o descubrir nuevos horizontes donde el sentimiento de soledad cósmica se disipe para siempre?. ¿Es tan difícil generar en él la esperanza de convertirse en un ser más justo y solidario, más sabio, sembrar la ilusión de dejar de ser un viejo lobo que aúlla a la luna llena desde la soledad de quien mira a las estrellas temiendo ser único e irrepetible?. Nunca los dogmas fueron buenos consejeros para las conciencias de quienes preferían la inseguridad de lo desconocido, ni el miedo a descubrir el alma del incansable buscador de respuestas.
Personalmente creo que en el Cosmos que presenciamos y al que pertenecemos, al margen de ondas y partículas, de neutrinos o gravitones..., hay mucho de corazón. Si me permiten la broma, Dios era de letras. El universo fue generado por un poeta, por un escribiente consumado empeñado en describir universos y tejer historias cósmicas y humanas. Quizás por ello, cada vez que miro a las estrellas mis ojos se pierden en una miríada de preguntas sin respuestas, y una sensación de absoluta pequeñez se adueña de mí. Me resulta incontenible la idea de sentirme diminuto e inacabado, a la vez que perdido de mi mismo y a la búsqueda de un sentido, del sentido que justifique y ampare mi humano y cósmico devenir. Y me pregunto: ¿De entre todos esos brillantes ojos que me miran cuántos se preguntarán si yo existo?. ¿Cuántas de esas luminosas gotas de tiempo custodiarán mundos maravillosos plagados de incipientes civilizaciones o de humanidades mucho más que ancianas?. ¿Cuántos de esos soles parpadeantes albergarán mundos en los que la vida comienza a desperezarse lentamente, como despertando de un sueño de eones de tiempo?.
¿Dónde está la fuente de los sueños?. ¿Dónde el hogar primigenio, aquél donde reposan las más trascendentes ideas, las que dieron origen y forma a lo que conocemos como universo?. ¿En qué estante de la biblioteca cósmica duerme el volumen que recoge la verdadera historia del hombre, la que nunca nos contaron, la auténtica y capaz de revelarnos el misterio del origen de la vida y de la civilización en nuestro hogar planetario?. ¿Por qué, en un alarde de la más providencial de las panspermias, la semilla cósmica de la vida atravesó distancias siderales hasta llegar al planeta azul, permitiéndose la humilde arrogancia de prosperar y generar seres autoconscientes?.
A la luz de los fenómenos paranormales un universo absolutamente paradójico e indescifrado se presenta ante nosotros. ¿Acaso las leyes naturales son tantas e inscritas en una realidad multiforme, al punto de que lo que conocemos como mundo real es tan solo cuestión de perspectiva?. ¿Qué es la realidad?. Simple pregunta de no fácil respuesta.
Quizás la realidad no sea mas que el producto de un eje de coordenadas consensuadas en el ámbito específico de las creencias, los fenómenos y los acontecimientos, y que convergen en un punto: el punto de estabilidad de un sistema cualquiera. ¿Pero qué ocurre cuándo nos encontramos con sucesos que tienen lugar al margen de dicho eje de coordenadas?:
Entonces, las creencias se tambalean, lo establecido se desmorona, lo científica, social y moralmente aceptado queda en entredicho. Y la estabilidad del sistema, por tanto, es cuestionada.
Hablamos entonces de realidades alternativas, de otro concepto de realidad, o de una idea más amplia de la misma e incluso de realidades paralelas, quizás interdependientes, que interactúan con la nuestra.
En cualquier caso, la veraz existencia de los fenómenos paranormales cuestiona el eje de coordenadas que nos hemos trazado para definir y vivenciar lo que llamamos mundo real.
Creo que pocos acontecimientos paranormales pueden compararse a, entre comillas, “mi sana obsesión”: los ovnis (un fenómeno que, cada vez más, se me antoja de naturaleza ultradimensional). Sin embargo, por las posibles implicaciones trascendentes, del lado de la investigación de la Parapsicología dirigiría mi mirada hacia los fenómenos investigados y generados dentro del marco de la transcomunicación instrumental, y hacia aquellos otros, de efectos físicos, que pueden dar lugar a similares interpretaciones.
Siempre miré con asombro, desde mi más temprana juventud, los asombrosos fenómenos del original espiritismo; sobre todo las fantasmales materializaciones ectoplasmáticas. Y los testimonios de los llamados desdoblamientos: las experiencias extracorporales.
Siempre miré con asombro a psíquicos controvertidos como Uri Geller, misteriosos lugares como el Triángulo de las Bermudas, o las experiencias de presuntos contactos con extraterrestres del casi mítico IPRI, enclaves como la meseta de Giza o la simpar Tiahuanaco... Todo ello se grabó a fuego en mi mente en una época en la que rondaba los 14 años, como 14 constelaciones todas ellas con forma de signo de interrogación.
Crecí entre los libros de Däniken (que me evocaron recuerdos del futuro), de Kolosimo (que me transportaron a una tierra sin tiempo), de Benítez (que me hicieron recorrer 100.000 kms tras los ovnis), de Ribera, que me hizo buscar el caso perfecto o de Vallée (con quien sellé mi pasaporte a Magonia). Verdaderos referentes, entre otros muchos, de lo imposible hecho letra impresa.
Y aún hoy, comenzando a traspasar el umbral de los 40 años, sigo asombrándome, haciéndome un millar de preguntas con decenas de matices.
Con el transcurso del tiempo, el apasionamiento visceral dio paso en mí a la peculiar actitud de quien se implica pero intenta adoptar la distancia suficiente para observar el fenómeno y observarse a sí mismo. Puede que esto no sea nada fácil, pues el aforismo cuántico del observador que altera lo observado se complementa aquí con el hecho de que lo observado también altera al observador. Así pues, el factor humano aporta casi el 50% de un fenómeno imposible.
¿Cómo ceñirnos entonces estrictamente a la idea de una investigación rigurosamente aséptica, tras los cristales y con las manos en guantes de látex sin más implicaciones que la recolectora de datos?.
¿Cómo aislar la mente, la conciencia, de toda una suerte de fenómenos con connotaciones físicas y suprafísicas e incluso, a veces, espirituales?.
Por ello, siempre he partido del planteamiento que en todo fenómeno tan importante como este es el testigo del mismo. A fin de cuentas, ¿qué sería de un fenómeno no observado por nadie?. Inexistente, sencillamente inexistente.
¿Mas cómo afecta el fenómeno al testigo?. ¿Qué mecanismos se suscitan en su mente?. ¿Qué aporta el testigo al fenómeno, si es que aporta algo?.
Por otro lado, los fenómenos paranormales son para-normales y, por lo tanto, sujetos a un comportamiento y cadencia en absoluto cotidianas, y fuera de toda normalidad (de ahí su nombre). Y, tan sólo en algunos casos, constatables de forma reiterada y controlada. ¿Cabe por ello negar sistemáticamente todo fenómeno bajo la premisa de su indemostrabilidad científica, de su no sujeción al método científico?.
Antes o después la Ciencia tendrá que modificar el método para estudiar los fenómenos paranormales por una simple razón: si el fenómeno no se ajusta al método quizás el método tenga que ser ajustado al fenómeno, ya que parece partir de premisas anacrónicas fundamentadas en principios físicos y psíquicos de naturaleza aun hoy desconocida.
Después de tanto tiempo, de haber recorrido un extenso camino, puedo asegurar, sin miedo a incurrir en el dogma o en la afirmación gratuita, que los fenómenos paranormales (haciendo la pertinente criba) son reales, total y absolutamente reales. Pero tienen la cualidad de romper moldes, generar nuevos planteamientos, instigar a la mente a imaginar nuevas estructuras de la realidad en las que lo permanente y sólido, lo previsible e instaurado deja paso a lo científica, cultural y socialmente demoledor:
Esto es, la existencia de extraños fenómenos y acontecimientos que coexisten con nosotros, que interactúan con nuestro medio, al margen de lo admitido por una “Santa Oficialidad” esforzada en demostrar que nada pasa, que todo está bajo control, que las conciencias no han de inquietarse porque todo es previsible y estable, y en absoluto trascendente, ya que técnicamente (menuda barbaridad) es imposible.
Fenómenos indiscutiblemente reales que provocan tal cantidad de preguntas, que obligan a revisar tantas premisas consideradas “verdades instauradas”, que esa “Santa Oficialidad” prefiere no prestarle la atención debida so pretexto de pertenecer al inestable mundo de las creencias, los mitos y leyendas, la superstición o la más supina incultura. Pero al final tan sólo se trata del más elemental miedo acompañado de la más recalcitrante soberbia.
En definitiva, la obligada revisión de los más académicos o supuestamente sólidos planteamientos es inevitable a la hora de valorar, estudiar e intentar explicar todo el cúmulo de fenómenos que hemos dado en llamar paranormales. Personalmente, creo que no es mas que cuestión de tiempo. Antes o después la Ciencia llegará, si no en este siglo en el siguiente. Da igual, gran parte de los acontecimientos que se inscriben dentro del marco de la historia nos trascienden como individuos, no en vano nuestros más lejanos antepasados ya caminaban sobre esta tierra hace 3 millones de años, frente a los 15.000 millones de años que se le suponen al universo. ¿Qué significamos, entonces, siquiera como individualidades conscientes, como seres supuestamente evolucionados?.
En cualquier caso, por el momento, nos conformamos con hacer de punta de lanza y abrir camino, y seguir ejerciendo como los herejes del siglo XXI.
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