En
la noche, cuando el cuerpo se olvida de sí mismo y se abandona al sueño y al
subconsciente, las almas pueden experimentar viajes en el mundo de la realidad
impalpable, transfiriendo la conciencia a otros niveles de la realidad o a
otras formas de vida.
Por
la noche, cuando el cuerpo duerme como
si estuviera muerto, pero sin estarlo, una parte de lo que somos, sometida a
espacios sin tiempo, desesclavizada del cuerpo experimenta viajes a mundos
desconocidos o a otros niveles de esta misma realidad. Y en ocasiones
desarrollamos potencialidades de las que no somos conscientes en la conciencia
de andar por casa, y recibimos instrucción, o damos ayuda, o hacemos un trabajo
necesario para el mundo. Al regresar a la casa que significa el cuerpo no
recordamos o nos traemos recuerdos disfrazados de sueños especiales.
Y
es que la noche del cuerpo y de la mente es el día del alma, del arrope que la
conciencia utiliza para desplazarse en este mundo y en el otro. Y así, en la
noche, el alma, sin volver la vista atrás se aleja de nosotros por momentos de
nuestro tiempo, y vive y se expresa en otras dimensiones del ser, de lo que
somos aún sin conciencia de ello,
recibiendo el alimento que necesitamos a un nivel esencial de nosotros
mismos.
Cuando
la noche cae, y mi cuerpo se duerme, cuando el mar del viaje silencioso se
despliega ante mí, y mi alma suelta amarras. Cuando el ser que soy decide que
es momento de explorar otras inquietudes, otras estructuras de luz hechas de
carne y hueso... mis paseos nocturnos se convierten a veces en vuelos nocturnos
vestidos de plumas y garras, mirando a través de los redondos ojos que pueden
ver en la noche. Cobijado en un viejo campanario desde el que saltar al vacío,
la noche es suave y acogedora. ¡Qué satisfacción la de saberme vivido en un ave
que puede ver en la oscuridad!.
En
la noche, cuando el cuerpo duerme y la mente cotidiana se apaga, la puerta se
abre y las almas despliegan sus “alas” de colores para entrar en el espacio
dorado.
Precioso
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