Son
una de las siete maravillas del mundo antiguo, el sueño de todo viajero,
destino de todo soñador. Las mentes más encasilladas les otorgan una antigüedad
de poco más de 3.500 años, las más despejadas y libres no menos de 11.000. Son
las pirámides de Egipto, las asombrosas construcciones de la planicie de Gizeh.
Conviven
en su espacio más inmediato con millares de toneladas de arena que bañan las
patas del león con cabeza de mujer, la gran esfinge, la guardiana -quizás bajo
sus zarpas- de la gran biblioteca de la humanidad; un tesoro, oculto bajo las
arenas del desierto, visionado por el profeta durmiente.
La
Gran Pirámide es la perfección hecha piedra, el misterio petrificado; pura
matemática, en sus medidas se esconden precisos conocimientos geofísicos y
astronómicos pero, sobre todo, el misterio de su origen; rostros cubiertos por
las arenas del olvido, hombres o dioses desterrados de la historia...
Sus
constructores rozaron el más sutil refinamiento en una época donde tal desarrollo
era supuestamente imposible.
Todo
esto cae a plomo sobre tu conciencia cuando contemplas frente a frente, como
David frente a Goliat, a la Gran Pirámide. En ese momento no hay preguntas, no
hay respuestas, tan sólo asombro ante tanta magnificencia y derroche de poder.
Miríadas
de seres humanos han desfilado ante la gran máquina de generar enigmas, la
tumba que nunca lo ha sido; claustro donde se emulaba a la muerte y la mente se
enfrentaba al desafío del miedo a desaparecer para siempre; condensador de
energías cósmicas y telúricas que cristalizan el alma y despiertan la
imaginación de los soñadores del desierto...
La
tormenta de arena aumenta el misterio, las pirámides juegan caprichosas y
aparecen y desaparecen ante nuestros ojos. La Gran Esfinge, la guardiana del
secreto, contempla impasible el
transcurrir del tiempo como si la historia no fuera con ella, como si
sus antiguos constructores hubieran dejado una seña de identidad que no
reconocemos e irónica sonriera levemente ante sonámbulos sin rostro con miedo
a reconstruir la historia y descubrir la verdad...
El
desierto es un traidor cautivo de la profunda belleza que habita en la
sobriedad, es capaz de envolverte y acariciarte, y hacerte olvidar el
transcurso de las horas. Son las arenas del tiempo que se llevan los recuerdos
y borran los pasos dados para que, al volver la vista atrás, toda historia se
adormezca y olvide...
Por
más que lo pienso e intento sujetar los recuerdos, y acariciarlos, no consigo
superar el anhelo, la hipnótica atracción que ejerce sobre mí el lugar más
enigmático de todo el planeta, la pena que alimenta el olvido de los
constructores de sueños.
Algún día descubriremos que esta construcción tan misteriosa y compleja no es exclusiva de la Tierra, su construcción se pierde en la noche de los tiempos al igual que sus autores. Su grandeza nos seguirá fascinando..., y a los que vengan.
ResponderEliminarFernando Ortiz
Así es, Fernando. Lo cierto es que la construcción piramidal se encuentra generalizada en el mundo antiguo. En un tiempo en el que obviamente internet no existía se reproducía un modelo arquitectónico vinculado a lo trascendente por pueblos separados por la distancia y el tiempo. Y, en cualquier caso, y como bien tú dices, especialmente en el caso de la triada de Gizeh, de antigüedad cuestionable. Muy posiblemente, cuando los antiguos egipcios "llegaron", las pirámides atribuidas a Keops, Kefrén y Micerinos, ya estaban ahí... Y aunque, como sabes, se les sigue atribuyendo una cualidad funeraria, nunca una momia ha sido encontrada dentro de una pirámide egipcia. En fin...
EliminarHola Miguel Ángel: Si quieres ver las Pirámides del Futuro y que ya están aquí los pricipios, entra en www.acupiramide.com. Si quieres me puede escribir.
ResponderEliminarSaludos cordiales
Mario Gil
Un saludo, Mario. Visitaré tu página.
Eliminar