Es como un sueño plasmado en piedra. Pensamientos, ideas, sensaciones... Musas petrificadas, horadadas por el hielo, por el viento, por el agua... Puerta de la Luz... Claustro de la Tierra, donde la conciencia se amplía y regocija en una morada que le es afín.
He de confesarlo: es mi lugar, mi centro de poder; corazón de rocas calizas donde mi corazón late al unísono de la sístole y diástole planetaria.
Nido del águila que habita en mi interior es El Torcal. Recovecos, circunvoluciones laberínticas, senderos sinuosos diseñados por el espíritu de la montaña para que te busques sin perderte y, si te pierdes, la soledad te hable desde la piedra y el musgo, desde el espino y la peonía.
Nieve, frío, torrenteras de percepciones, dragón sin alas que te da alas, luces misteriosas, esferas de luz, transparencias en movimiento, campanillas que anuncian presencias sutiles... Lugar de encuentros y esperas cósmicas... Recreo del espíritu, donde este se dilata y trasciende los límites aurales abriendo la mente y ampliando la percepción...
Sígueme a este lugar tan próximo como enigmático, tan misterioso como simple, tan envuelto en nieblas como la conciencia adormecida del durmiente que despierto sueña con la vida.
Sígueme, tomando tu propio camino entre formas pétreas que juegan con las luces y las sombras adquiriendo mil identidades para sorprender al viajero, y así reconozca el mágico lugar en el que se encuentra.
Un lugar donde las energías planetarias y celestiales se abrazan y refuerzan, abriendo una puerta dimensional para la conciencia, en un escenario donde ambos lados se juntan y comparten un pedazo de suelo y de cielo del que todos podemos ser partícipes... sintiendo.
El Torcal no es la piedra, no es el agua, ni el espino albar que blanquea sus inviernos...
Lo descubrí hace tantos años, hace tantos años que me miró con sus ojos de rocío, que me acarició con sus manos de fría escarcha y me abrazó tejiendo lazos de nubes vespertinas que custodian sus cumbres más altas...
Hace tantos años desde aquella primera vez... Desde entonces, mis cabellos han encanecido y mi alma ha observado el paso del tiempo, resintiéndose... Pero cuando miro a tus ojos, y las arrugas de tu piel de piedra, y oigo el trino de tus pájaros y el susurro del mudo canto de tu misterio..., me alegro que vuelvas a acogerme en tu seno. Y me sanes. Y me abraces tejiendo lazos de nubes a mi alrededor... Y yo te sienta como siempre, para siempre...
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