La realidad es interactiva. Es decir, si yo miro un objeto
el objeto cambia, pero yo también cambio. El cambio que en mi se produce se
explica porque soy un ser sensorial, o sea, que percibo a través de lo que
llamamos sentidos, incluyendo lo denominado “sexto sentido” aunque sea en una
acepción mínima. El cambio que se produce en el objeto observado se debe no a
que sea sensorial (que ya veremos si lo es o no lo es) sino a que es
“sensoriado”, es decir, percibido, sentido, por una entidad sensorial. Pero
esto plantea dos simples e importantes preguntas.
La
primera de ellas: ¿en qué cambia el objeto observado?. ¿Si miro a una piedra,
si la contemplo, en qué cambia la piedra?.
La
segunda es la siguiente: ¿Acaso la piedra me percibe?. ¿Y si me percibe, es por
lo tanto sensorial?.
A la primera cuestión la respuesta es la siguiente: La
piedra cambia no en la física que la compone, en el orden de sus moléculas o en
la íntima manifestación del átomo. Aunque podría cambiar. La piedra se modifica
a un nivel diferente, no cuántico, aunque cuantificable como inteligencia
aparentemente no sensorial ni orgánica que posee una cualidad capaz de inspirar
a un ser sensorial y motivarlo a un nivel. La piedra, por tanto, cuando genera
sensaciones, emociones, apreciaciones... no es sólo porque es percibida,
analizada, por una “inteligencia sensorial”, sino porque posee una cualidad
emocional a un nivel y una esfera de sí no física, afectiva y sensitiva que es
capaz de interactuar con la “inteligencia sensorial” del ser humano. La piedra
entonces cambia en su propia realidad perceptiva, es decir, en su campo
sensitivo, porque al ser observada y sentida te incluye en su ámbito de
percepción, en eso que hemos llamado “una cualidad emocional” y “una esfera de
sí no física”. Cambia en cuanto a sus atributos sensorios y sutiles, en este
sentido crece y acrecienta su memoria porque ha incorporado elementos nuevos a
su campo.
La
respuesta a la segunda pregunta, que básicamente ya está contestada, es la
siguiente: La piedra me percibe. No me percibe como un ser humano con nombres y
apellidos, sino como una forma energética sensorial capaz de interactuar a un
nivel con ella. Por lo tanto, la piedra es sensorial, pero a un nivel de piedra,
no pudiendo establecer correlaciones con la forma sensorial humana. Pero te
percibe de la misma forma en que la percibes, aunque sin establecer ideaciones
sobre tu identidad, tu naturaleza. La física compuesta de lo que llamamos
piedra también determina un nivel sensorial y una capacidad para intercambiar
energía, información, sensaciones, “afectividades” con el ser humano.
Siguiendo
con el ejemplo de las piedras, si elevamos esto a la octava superior del reino
mineral, es decir, los cristales, lo que conocemos como cuarzos, la
sensibilidad se hace más extrema, por una parte por las implícitas cualidades
de los cuarzos como material, y por otra por las implícitas cualidades
energéticas, como identidades energéticas que son, de los mismos. Los cuarzos ofrecen
un especial soporte a la luz, a los fotones que conforman la luz, y a sus
propiedades. Sin establecer necesariamente correlaciones entre los cuarzos y el
ser humano, la dinámica sensorial que se establece entre ambos puede llegar a
ser sublime, pues el cuarzo virtualmente puede contener fragmentos de una
conciencia más global, e interactiva con los humanos, fragmentos de una
conciencia más global no humana, aunque de soporte mineral, y substancialmente
inteligente a su nivel y en su nivel. Obviamente, sin trazar paralelismos, la
inteligencia así llamada del cristal es una inteligencia energética, sensorial,
que además puede ser contenedora de una identidad que, fragmentada o no,
interactúe con un observador minimamente implicado, empatizado con el objeto
que mira, es decir, y en este caso, con un cuarzo. La realidad de esta
inteligencia estaría definida acaso por su capacidad de empatizar y establecer
lazos “afectivos”, sensoriales, con el ser humano, contener información sutil,
trasvasarla igualmente al ser humano e interactuar con él, modificándolo en el
nivel de la conciencia.
Ya
para terminar, un breve apunte: lo entendamos o no, lo veamos evidente o no,
permanentemente construimos la realidad, y no hay mayor interactividad que
esto.
La Tierra tiene su frecuencia, cada uno de sus reinos(mineral, vegetal, animal) posee su vibración acuerde a su estado. El ser humano ignora conscientemente su capacidad para percibir estas energías, aunque a veces interactua con ellas y no se dá cuenta. Algunas veces puede suceder con cualquier elemento de la naturaleza más diminuto, vas caminando y algo te llama la atención(una abeja, una planta, una piedra), te detienes en seco y observando te das cuenta de lo inmensidad que hay detrás, es como un sentimiento de igual a igual. La mayoría de nuestra civilización prefiere mantenerse en la ignorancia consciente y para otros esto es de locos.
ResponderEliminarPrefiero ser un loco consciente ha ser un vagón donde la locomotora te lleva siempre por la misma vía y a la misma estación.
Un abrazo M. Angel.
Fernando Ortiz
La realidad se compone de lo grande a lo pequeño y de lo pequeño a lo grande. Enmedio de todo ello estamos nosotros, como seres autoconscientes con capacidad no ya solo para ver los puentes existentes entre los diferentes reinos y sus manifestaciones,sino para establecer nuevos puentes, nexos de comunicación, ampliaciones de la realidad a veces a estadios ya existentes y que nos contienen, y en ocasiones a niveles nuevos que nos permiten crecer en otras direcciones.
EliminarSomos despiertos durmientes que sueñan despertar. Hay ya un camino hecho y un gran tramo por hacer.
Gracias, Fernando, por tus siempre valiosas palabras.