Cuando
cierro los ojos se hace el silencio.
Cuando cierro los ojos mis espacios interiores se
despliegan y el tiempo se diluye, deja de tener sentido, y veo más allá de la profundidad que se presenta ante mi.
Cuando
cierro los ojos vuelo y para volar detengo la mente, la silencio en su
constante bullir, convirtiéndola en un manso lago de aguas transparentes,
quietas como un espejo en el que todo puede mirarse y verse, porque todo forma
parte de su faz.
Cuando
cierro los ojos los abro en la visión más integradora y sincera, y profunda, la
que es capaz de ver lo que no se ve. Mi respiración se hace tenue y el silencio
que todo lo llena me invade, me envuelve, toma posesión de mí puesto que en mi
siempre estuvo. Mi corazón se abre y el verde esmeralda me inunda, adquiero la
visión y el sentimiento, la percepción y el alma.
Crisálida soy que
abandona el lento caminar de la oruga y se recoge dentro de sí misma, y en su
recogimiento se transforma y renace. Y entonces despliego mis alas multicolores
y me entrego al mundo aéreo y del espíritu, me baño en la luz y en la más sutil
de las fragancias, y me acerco al sol de lo que soy en la más pura esencialidad
del aire que me sostiene y del alma que anima mis alas. Y en mi camino sin
vuelo y en mi vuelo sin camino, resplandezco.
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