DIVERGENTE, CONVERGENTE...




Divergente, convergente, diferente, ausentado, levantado, durmiendo, despertando… alentando cánticos construidos para ser lanzados al viento y a la sonrisa, a la brisa y al sueño, al tiempo y a la memoria.

Divergente, convergente, distante, cercano…, extendiendo la mano, levantando a pulso la vista, sellando estrellas con la mirada para que su luz no se pierda, atisbando poemas de amor vestidos de ojos cerrados que buscan oír por dentro al poeta.

Divergente, convergente, distinto…, vertiendo preguntas que buscan respuestas, anhelos que buscan charcos sobre los que bailar y salpicar la ropa de ligereza, y de aleteos de labios sonrientes que son sintientes y amorosos.

Divergente, convergente, pacífico… tejiendo amores y abrazos, encuentros que no desencuentros, atardeceres vestidos de amaneceres. Y colores de piel y de sangre distintos pero idénticos en el fondo y en la forma, porque todos los fondos y todas la formas son expresiones de un mismo canto y de un mismo llanto, pisadas de caminares que provienen de rutas hechas de sedas y de flores como brotes de amapolas y margaritas que pronuncian el nombre del rostro que tiñe de esperanza y de vida toda vida, cada año: primavera.

Divergente, convergente, sincrético… que busca apaciguar temores, regalar flores como soles que brillan en oscuras mentideras como polen que de flor en flor vuela con hermana abeja que libara vida y vida lleva de mundo en mundo y de estrella en estrella.

Divergente, convergente, tú mismo… con encantos repintados de cubismo, impresionismo, realismo… incluso animismo, determinismo... Libertario culinario capaz de deglutir tiempo y espacio, color y sabor, susurro y canto, piedra y sierra, mar y ternura, corazón y bravura, y hasta amor repartido en abrazos entre menos diferentes y lejanos que al final, como hermanos, rico y pobre solo tienen ambas manos para agarrar el mundo y llevarlo al corazón.

Divergentes, convergentes, distintos, humanos…





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