Es el hogar primigenio, casa de toda casa, vacío completo (de totalidad plena) en el que la vida se expande de verso en verso a lomos de átomos sintientes de luz contenedores, como fugaces matices que siembran conciencias y bullicio silencioso.
Allí arriba miro y me busco no en lo que aparento ser, sino en lo que me contiene, indemne memoria de luz que dormita en el sueño de los hombres al tomar tierra en el mundo de las contradicciones.
¿Cuándo regresaré a casa?. ¿Cuándo mi nombre verdadero será vertido por la Voz de Poder Generador, y esta me reclamará?. ¿Cuándo ascenderé a los cielos en mi cuerpo de luz, y retornaré?. ¿Cuándo los Señores de la Luz, en cumbre de sabedores de los secretos del tiempo y la memoria, sonreirán y entonarán mi retorno a la Gran Casa del Cielo?.
Cuando pierdo mi mirada entre las estrellas y estas generan sollozos sin sollozo, recuerdos sin memoria, inquietudes contenidas en un corazón humano forjado a luz y sombra pero alimentado por la Fuente, pálpitos de luz alimentan todo mi ser. Entonces, y solo entonces, deseo volar. Y una parte de mi despliega sus alas multicolores y me lleva a las estrellas.
Profundidad contenida en todo. Todo contenido en mi. Al contemplarlo me contemplo. Y a veces le digo sin decirle: Acógeme nuevamente en tu seno, pues añoro mi casa del cielo, el hogar donde mi fuego fuera prendido, atanor de mi descanso de este mundo en el que dormito soñando despertar. Y una vez despierto, resplandecer.
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